terça-feira, abril 17

La resaca.

Por aquello de, si estás hundido, húndete más para llegar a la orilla caminando, leí la entrada sobre Carlos, y me invadió cierta nostalgia. No por él, en absoluto, ya que en el fondo soy un egoísta que jamás se redimirá; sino por leer en alguna entrada pareja en el tiempo a la del difunto amigo, comentarios que evocaban aquel tiempo en el que el amor sincero me llenaba de consuelo y que me hacían yacer en una buscada inconsciencia, algo que me hiciera evitar pensar en Bilbao, en el momento en el que por beneficio de mí mismo y de mi propia ambición, hubiéramos de separarnos. Te quería como sólo un hombre que ronda la veintena puede querer, con desidia y episodios de dulzura incontenibles, algo que inexplicablemente soportaste durante tanto tiempo, hasta que llegó un día en el que el asunto de mi futura marcha (huída) sumado a mi dejadez crónica para con aquella gente a la que quiero, dio como resultado pensamientos difusos sobre tu más que segura felicidad sin mí, que probablemente yo no era más que un lastre, nada reflejado a aquello que te expliqué, viendo Memorias de África:


Tú eras Meryl Streep y yo Robert Redford. Tú eras la bondad, la mujer que sabía darle vida a todo lo que le rodeaba, que era feliz pese a circunstancias terribles de su vida personal y luego, yo. Yo pasé de ser un vetusto prohombre de la moralidad, que gracias a ti fue creciendo, extirpándose todos los males que hasta aquel tres de septiembre adolecía. Pero nunca fuiste capaz de acabar con, repito, mi egoísmo, aquel por el que Denys Finch necesitaba volar cientos de quilómetros para ser él mismo mientras Karen padecía días o semanas en 'soledad' (la soledad que provoca la partida de alguien a quien amas).

Ahora mismo, mientras el contenido de mi estómago trepa por mi garganta y con la pericia de un marino crea un nudo perfecto, me veo atrapado en futuras líneas sobre lo que tuve, lo que estropeé y el modo que tuve de cortar la infección. Sí, porque me convertí, con el paso de los meses, en corpus et morbo, aquel que para dejarte respirar, apretaba tu cuello sin percatarse de lo lamentable (gracias M. por brindarme esa palabra) que es no saber querer a quien quieres.

Agradezco, y sé que tú, algún día agradecerás (confío en ello, por tu bien, eres buena, pero no estúpida) también, la ayuda de ese catalizador de rasgos afilados, de 'Extramuros', que sin saberlo, generó esta catársis que me llevó a salir entre sollozos del (en otro tiempo, nuestro propio Castillo de Balmoral) 'séptimo de' de la calle 'Avinguda G.' hasta que las piernas me flaquearon y una mezcla de angustia y necedad me instaron a sentarme en un sospechosamente cercano escalón para recabar fuerzas y expulsar todas las lágrimas que, una vez más, y por egoísmo, fueron más dedicadas a mi incapacidad para darte lo que merecías que a ti, como mujer conformista que no supo expulsarme de su vida.

No me quedaré con algo que no merezco. Estarás bien.

3 comentários:

L disse...

Me gustas cuando escribes porque estás como de carne y hueso. (Comentario prejuicioso provocado por este abismo temporal)

Anónimo disse...

Leído (con todo lo que ese leído conlleva; todo lo que puede mostrar y no dice), porque decir más sería banalizar esto.

El Impenitente disse...

Estoy con Casero. Leído y apreciado, sin nada que decir pues sería banalizar e inmiscuirse.